Cubo
Mi nombre es Elizabeth Griffin. Cumplí 16 hace unas semanas, y curso el segundo año en la Primera Preparatoria Goethia, en la ciudad de Kanna. Elegí estudiar aquí porque desde que era una niña he soñado con ser una gran doctora. Un día, cuando tenía 10 años, vi por la televisión una entrevista que le hicieron a una linda chica que usaba brillantes cintas rosadas en su cabello. Apenas tenía 18 años y ya había terminado sus estudios especializados en medicina. Al verla, creí que podría ser como ella, pero con el paso del tiempo entendí que no iba a igualar nunca el ritmo de quien era llamada "genio". Aun así, quería seguir sus pasos, y por eso estoy aquí, caminando por los pasillos que ella también recorrió mientras solo era una estudiante de preparatoria.
He pasado muchas cosas divertidas aquí, sobre todo desde que inició este año. Tengo buenas amigas y uno que otro amigo, mis notas son excelentes y empecé a practicar baloncesto. Llevo unos meses en este club, por lo que aún estoy aprendiendo sobre el deporte. El gimnasio es muy amplio y tiene dos canchas al interior, por lo que nuestro grupo y el de los chicos entrena a la misma hora.
Hoy es un día muy importante ya que el entrenador hará la selección de la línea titular para el torneo de otoño, que se juega entre las preparatorias del estado. Ya estábamos todas en la cancha, y teníamos unos minutos antes de iniciar las pruebas. Mientras eso sucedía, me distraje viendo al grupo de chicos entrenar, mientras pensaba en lo que seguía para mí. Había practicado mucho y sentía que mis habilidades físicas estaban preparadas para todo, pero mi mente no había estado en orden, y todo por culpa de-
???: ¡Liz, cuidado!
Oh, que oportuno... que el golpe de un balón me saque del apacible mundo de mis pensamientos es algo que solo podría venir de la persona que los ha perturbado últimamente.
???: Lo siento... ¿estás bien?
Mis ojos solo podían reflejar desprecio ante esa máscara de preocupación que intentaba cubrir su evidente intención de reírse. Sin decir nada, me levanté y le di la espalda al causante de todo, para luego ir hacia donde estaban mis amigas.
???: ¿Otra vez peleando con Noah?
Es insoportable - respondí - No sé cómo Erika y tú lo toleran en sus clases, Krista.
Erika: Como el agua y el aceite - replicó - Sigo sin entender por qué lo odias tanto si solo se ven cuando tenemos entrenamientos y una que otra vez en los pasillos.
Krista: Del odio al amor hay un solo paso... ¿Será que es eso lo que se esconde tras esa nuble gris de desprecio?
Erika: Oh, ¿un amor juvenil de novela, donde la fuerte tormenta precede a una dulce y romántica calma?
Krista: ¿Un huracán que se desvanecerá ante la luz del sol?
Erika: ¿La nevada que se der-
¡Bueno, suficiente! - irrumpí - ¿Por qué todo lo que dicen tiene que ver con el clima?
Ellas se divertían mientras yo expresaba mi enojo, que lentamente se iba desdibujando para darle paso a la resignación.
En fin, no es nada de eso - les dije - Simplemente lo odio porque es el típico chico que quiere toda la atención, pavoneándose junto a su grupo de amigos populares mientras intenta conquistar a todos con su carisma forzado.
Si, lo odiaba por eso, pero no eran los únicos motivos que tenía para hacerlo. Su actitud no era algo nuevo en la preparatoria, pues hay muchas personas que vienen de familias importantes y adineradas, y creen que por eso pueden reinar entre los estudiantes. Lo que realmente me molesta es que tiene tantas caras como un cubo, y detesto la facilidad con la que puede cambiar su máscara y fingir lo que considera más conveniente...
Krista: ¡Oi, Liz, ya vamos a iniciar!
Ignoré a mi divagante conciencia y me puse de pie para entrar a la cancha. Eso era lo importante, lo que realmente debía ocupar mi mente y por lo que debía estar concentrara al máximo, pero... de reojo pude notar cómo los ojos claros de quien tanto odiaba me miraban fijamente. Tal vez pretendía fastidiarme, aunque no iba a lograr distraerme con eso, ¿o sí? Parece que sin que lo pudiera notar, ya había conseguido desviar mi atención, pero no iba a dejar las cosas así. Me detuve para devolverle una afilada mirada que sirviera para advertirle que no debía meterse conmigo, y de paso recordarle que su simple atención me daba asco. En ese instante nuestros ojos se encontraron, y pude ver cómo dejó salir una sutil sonrisa antes de darse vuelta e irse a su práctica.
Noah Graham... ¿Quién se creía?
...
Era momento de empezar, y ver a mis compañeras al lado me puso nerviosa. El equipo tiene once chicas en total, de las cuales cuatro ingresamos hace poco. La única de las novatas que se había presentado a las pruebas por la titularidad era yo, por lo que sentía la presión de la experiencia de las demás. Todas las chicas del club estábamos inscritas para jugar el torneo, pero el fin de los test de hoy es seleccionar a las cinco inicialistas. Claramente todas tendríamos tiempo de juego, pero no había nada mejor que estar desde el inicio en cada encuentro, y ser reconocida como una de las jugadoras principales.
Con todo esto, se daba inicio a la selección. El entrenador y la profesora encargada del club serían los evaluadores. Habían preparado tres rondas: evaluación física, pruebas técnicas y un juego de dos tiempos de 10 minutos cada uno, enfrentando equipos de 4 vs 4.
La primera parte transcurrió sin problema alguno. Todas cumplimos con las exigencias de velocidad, resistencia y agilidad. Sin embargo, fueron las pruebas técnicas las que dejaron en evidencia mi inferioridad frente a las demás. Aunque no eran ejercicios desconocidos, mi temor a fallar empezaba a tener efectos negativos. Mi coordinación en pliometría era horrible, erraba los pases y tiros más simples, y poco a poco empezaba a sentir que mi cuerpo se rendía. Odiaba ver cómo no podía lograr algo que las demás hacían sin esfuerzo, pero más que eso, lo que me pesaba era saber que todo en lo que estaba fallando era algo que había practicado con mucha disciplina, y que en los entrenamientos había salido bien... me frustraba ver que todos mis esfuerzos estaban siendo opacados por los nervios.
Aun así, logré completar el primer ciclo de las pruebas técnicas.
Krista: Liz, ¿estás bien? - me dijo mientras me ofrecía una botella con agua - Trata de calmarte para lo que sigue. Eres buena, no lo olvides.
Krista practica baloncesto desde la primaria. Durante todo este tiempo, había conseguido un sinnúmero de victorias, lo que la había llevado a ser convocada por la preselección nacional U-17. Podría pensarse que competir contra alguien así sería desmotivante, pero en realidad mis razones para estar en esto tienen que ver con ella, ya que la quiero mucho y me alegra poder compartir la actividad que más le gusta.
Luego de unos minutos, retomamos las pruebas. Aún cometía algunos errores, pero el pequeño impulso de mi amiga evitó que esto me afectara. Sentía como mejoraba y tomaba más confianza para hacer las cosas, lo que me llenó de emoción. Todo iba bien hasta que, en un simple lanzamiento con doble ritmo, me dejé llevar por el momento y no controlé mis pasos, lo que me llevó a tropezar y caer al suelo.
Afortunadamente no resulté lastimada, pero era la vergüenza la que no me dejaba levantarme. Cerré los ojos y me quedé ahí mientras escuchaba como el entrenador y mis compañeras de equipo se acercaban a preguntar si estaba bien. No quería responder porque sabía que terminaría llorando. Me sentía ridícula y débil, mientras el nudo que se hacía en mi garganta comenzó a dejarme sin aire.
Erika sujetó mi brazo y me ayudó a levantar lentamente. Me llevó a la banca y me dejó una botella con agua, luego de corroborar que no me había sucedido nada grave. Mientras estaba ahí noté cómo los chicos del club masculino se burlaban de mí. Todos hacían comentarios y se reían al tiempo que dirigían sus miradas hacia mi, todos excepto uno... Noah me miraba fijamente con una expresión neutra que me hacía sentir juzgada. ¿Le daba lástima? ¿Quién se creía para mirarme así? Parecía que sus ojos desafiantes apuntaban hacia mí solo para decirme que debía rendirme y dejar todo ahí. Respiré profundamente y me puse de pie. Le pedí permiso al entrenador para reingresar a las pruebas. No iba a dejar que ese idiota tuviera el gusto de celebrar uno de mis fracasos.
...
Erika: Puede sonar feo, pero parece que esa caída era lo que necesitabas.
Krista: ¡Hey si, mejoraste mucho!
Mientras descansábamos luego de terminar la segunda parte de las pruebas, las chicas se acercaron a mí y halagaron mi cambio de actitud. Incluso el entrenador me felicitó. La alegría me invadía y le abría camino a un sentimiento de satisfacción que se arraigó rápidamente en mi pecho.
Había conseguido una pequeña gran victoria, y solo pensaba en pasarle por la cara eso a Noah, quien desde la distancia se había burlado de mis esfuerzos. Justo en ese momento, las personas a mi alrededor se alejaron y me encontré directamente con su mirada. Él estaba sentado entre sus amigos, quienes se entretenían entre palabras que no alcanzaba a escuchar. A diferencia de ellos, los ojos de Noah miraban fijamente hacia mi lugar, encontrándose directamente con los míos. Lo miré con soberbia y aproveché para exhibir el orgullo que sentía al demostrar que estaba por encima de cualquiera de sus burlas, pero él solo dejó de regreso una sutil sonrisa, antes de adentrarse en las conversaciones banales de los otros miembros de su club. ¿Qué había sido eso? Respondí a su desafío, pero parecía no importarle... No, parece que no era nada de eso... ¿Podría ser que-
???: ¡Griffin, equipo dos!
La fuerte voz del entrenador me sacó de esa nube de pensamientos en la que empezaba a perderme. La última etapa de las pruebas estaba por iniciar, y los equipos habían sido ordenados.
Erika: Oi oi, Liz, nos toca contra Krista. ¿No es emocionante?
En el baloncesto existen cinco posiciones: base, escolta, alero, ala pívot y pívot. Al ser solo cuatro personas por equipo, el entrenador indicó que la persona que tomara el rol de pívot, se encargaría de las funciones que normalmente serían cubiertas por el ala pívot, sobre todo en defensa. Jugar así exigiría físicamente a esa persona, por lo que debíamos esforzarnos para suplir los vacíos que se formarían.
Eso hizo que me sintiera aún más nerviosa. Temía no cumplir con mis deberes como "escolta", sabiendo que quien cubría esa posición en el equipo contrario era Krista. El rol de escolta tiene la función de ayudar a la base a adelantar la ofensiva, y también debe aprovechar los espacios para adentrarse en la defensa contraria. Por sus manos pasan muchas oportunidades de anotar, ya sea desde afuera de la zona de tres puntos, o en inmersiones rápidas hasta la canasta. Mi presencia sería una desventaja mortal para nuestro equipo, de no ser porque junto a mi estaba Erika, quien había sido la base principal del club. Al igual que Krista, ella jugaba desde mucho antes. Su nivel es excepcional, pero nunca había aceptado las invitaciones a los procesos de selección nacional, pues sentía que era una responsabilidad muy grande, por lo que debía ser cubierta por alguien mejor.
La mente del ser humano es algo demasiado extraño. En mi cabeza no cabía ninguna forma de darle sentido a lo que Erika usaba para justificar su decisión. La había visto jugar desde antes de hacer mi ingreso al club. Durante los regionales de primer año, ellas dos ya se habían posicionado como jugadoras titulares, llevando por primera vez al equipo femenino de baloncesto a una final en dicho torneo. Ellas me invitaron a verlas jugar, y en esa ocasión acepté ya que les había sacado el cuerpo muchas veces. Fue gracias a lo que vi ese día que decidí entrar al club. Ambas brillaban con tanta intensidad que deslumbraron a todos en el escenario.
Krista era como un volcán que hacía erupción en medio de la noche. Cada movimiento era explosivo y atemorizante, lo que impedía que la defensa contraria lograra detenerla. Toda esa fiereza contrastaba con la delicadeza de Erika. Ella se veía más como la directora de una gran orquesta, que gracias a sus instrucciones lograba alcanzar la perfección al tocar. Sus movimientos eran precisos y elegantes, y su gentileza hacía creer que sus manos estaban hechas del más fino terciopelo. Un contraste de estilos que habían convertido a la Primera Preparatoria Goethia en un rival a temer.
Para este año ya se habían graduado las demás titulares de tercero, y por eso se hacían las pruebas. Debía completarse el esquema que apoyaría a nuestras dos estrellas, y así mantener en alto la reputación de la escuela.
Entrenador: ¡Equipo 1: Krista, Anne, Henda y Cassey. Equipo 2: Erika, Lenna, Sophie y Elizabeth!
Exceptuando a Erika, a Krista y a mí, las otras chicas ya estaban en tercer año. Las exjugadoras que se graduaron el año pasado eran las titulares, junto a mis dos amigas, por lo que este nuevo año era la oportunidad que las demás estaban esperando para poder pasar a un primer plano. ¿Qué estaba pensando cuando decidí participar en esto? Debí quedarme a un lado junto a las otras nuevas, hasta que tuviera un nivel apto para estar a la par de las titulares.
...
El balón al aire marcó el inicio del juego. Henda, la chica más alta del club, ganó la ofensiva para el equipo 1. Anne tomó el balón e inició la carga hacia nuestra canasta. Antes de que Erika pudiera cubrirla, ella lanzó un preciso pase que Krista recibió de espalda al tablero. En un ágil y poderoso movimiento, penetró nuestra defensa y anotó los primeros dos puntos. Ella había decidido mostrar su nivel desde el inicio, con la intención de marcar las diferencias y aplacar nuestra mente. No era una chica que quisiera intimidar o humillar, simplemente su espíritu competitivo tomaba pleno control de su cuerpo desde el momento que empezaba a jugar.
Aun teniendo eso claro, sentí como si una roca del tamaño de la luna hubiese caído sobre nosotras. La abismal diferencia de habilidad entre ella y yo era más que evidente, pero ese primer movimiento había sido un recordatorio de eso, y dejó en mi pecho un vacío que empezaba a ahogarme.
Erika: ¡Vamoooos! - gritó emocionada - ¡Ahora nos toca golpear!
Solo pude pensar que había sido una mala elección de palabras, pero sin darme cuenta, estas habían tenido un efecto positivo. Esa brillante sonrisa me había hecho olvidar lo que hasta hace un momento me dejaba sin aire, y llenó a nuestro equipo del ánimo que la capitana había intentado diezmar.
De esa forma dábamos el primer paso para nuestra ofensiva, y al mando de nuestra directora de orquesta, avanzamos hacia el área contraria. Con una sola mirada, Erika logró engañar a dos defensas, filtrando un hermoso pase hasta el centro del área restringida. Lenna lo tomó y lo pasó a la zona lateral, hasta donde estaba Sophie, el ala de nuestro equipo, quien había quedado libre gracias a lo anterior, y pudo anotar de tres puntos.
...
Con ese ritmo transcurrieron los primeros 10 minutos de juego, y pasamos al descanso perdiendo por 9 puntos. La sed de victoria se había impregnado en la atmósfera del lugar, que se había transformado en un campo de batalla donde ambos equipos desplegaron todo su arsenal. Todas secaban su sudor y se hidrataban mientras discutían la mejor forma para poder remontar el marcador. Admiraba su entrega y deseo de salir ganadoras, pero lo que más me sorprendió fue que ninguna se volteara a reclamarme o criticar mi trabajo, teniendo en cuenta que mi aporte había sido casi nulo y me había limitado a dar unos cuantos pases y lo básico en la defensa. El único intento de anotar que tuve fue totalmente anulado por Henda, de una forma tan simple que me hizo sentir como una pequeña niña a la que le roban su dulce y no puede hacer nada más que llorar.
Sophie: No hemos podido frenar a Krista cuando recibe el balón, así que debemos seguir presionando a Anne para que erre sus pases.
Lenna: Solo hay que mantener el ritmo defensivo. Son 9 puntos nada más, y aún nos queda la otra mitad para recuperarlos.
Yo solo podía escuchar en silencio mientras mi mente se concentraba en mi debilidad y la carga que mi presencia significaba para el equipo.
???: Ya deberías pararle con eso de lamentarse, ¿no crees?
Erika...
Sin notarlo, frente a mí se habían posado esos dulces ojos miel que habían acompañado mi paso por la preparatoria.
Erika: Creo que te conozco lo suficiente para saber que te estás castigando por el juego, mientras cuestionas cada una de tus acciones - sí, era cierto. Sus palabras acertaban totalmente, pero... - ¿Sabes, Liz? Todos en el club, incluyendo a los profesores, sabemos de todo lo que te has esforzado durante estos meses. Tal vez hoy las cosas no te están saliendo como quisieras, pero no quiero que pienses que eso significa que no puedas hacerlas bien. Todas sabemos lo que tienes, solo falta que tú lo recuerdes y creas en ti. Además... es cierto que Krista y yo jugamos desde hace mucho tiempo y tenemos nuestros propios motivos para seguir haciéndolo durante la preparatoria. Hemos ganado muchas cosas y nos alegra darle triunfos a la escuela, lo que nos impulsa un poco a continuar, pero ha sido tu ingreso al club lo que nos ha hecho más felices. Poder compartir contigo algo que es importante para nosotras nos ha llenado de emoción, y ver lo mucho que te esfuerzas nos motiva a avanzar y ser mejores.
El ruido del silbato irrumpió sus palabras. Era momento de regresar a la cancha, y Erika se levantó de inmediato con una sonrisa dibujada en su delicado rostro. Tomé la mano que me ofreció y me puse de pie, sin lograr procesar todo lo que acababa de escuchar, pero sentía como mi corazón estaba a punto de explotar de emoción y alegría.
La última parte de las pruebas estaba por iniciar. Cada equipo se ubicó en su lugar, y así dio inicio la segunda mitad del juego. El saque sería nuestro por alternancia, así que tendríamos la primera ofensiva. Erika encaminó nuestro avance lentamente, mientras el equipo contrario cerraba todas sus opciones de juego. Con sus palabras aún resonando en mi mente, sentí que debía ayudarla a salir del aprieto en que estaba, así que me desmarqué en un solo movimiento y quedé libre para recibir el balón. Cuando lo tuve en mis manos, quise pensar por un momento en lo que debía hacer, pero sin darme cuenta, mi cuerpo se había abalanzado ferozmente hacia la canasta, y con un pequeño amague de pase logré burlar a la defensa que tenía al frente, para así liberar el camino y lanzar.
Erika: ¡¡¡ESO EEEES!! - gritó emocionada.
Esa fue mi primera anotación, mis primeros dos puntos... Sabía que no eran la gran cosa, pero no pude evitar sentirme emocionada. Al fin, luego de tantas dudas, pude regresar al juego, y era esa la última oportunidad que tenía para demostrar los frutos de todo mi esfuerzo.
...
Corría ya el último minuto del partido. Mi ánimo estaba a tope y, junto a mis compañeras de equipo, habíamos logrado recortar la distancia en el marcador y estábamos solo a 3 puntos. Sin embargo, el ritmo del segundo periodo había sido igual de intenso que el del primero, y para ese momento el cansancio empezaba a posarse sobre el campo de juego.
El equipo contrario tenía la ofensiva y ya estaban frente a nuestra área de tiro libre. En ese momento, Krista recibió el balón y emprendió su imparable carrera para anotar. Si lo conseguía, le daría el estoque final a un juego que estaba casi liquidado, pero nosotras seguíamos aferradas a esa mínima esperanza de recuperar y anotar para lograr el empate, y así extender el juego un poco más.
El deseo de victoria es algo bastante curioso. Te llena de ganas y motivación, haciendo que se dejen de lado las condiciones y desventajas a las que te estés enfrentando. Con todo esto en mente, me adelanté para hacerle frente a Krista, pero fui burlada por uno de sus ágiles movimientos. Al verla pasar sentí cómo mis esperanzas empezaron a esfumarse, mientras veía en cámara lenta cómo ella avanzaba hacia nuestra cesta. Cuando creí que todo terminaba, Sophie logró arrebatarle el balón.
Krista había quedado mal posicionada debido a la forma en la que debió moverse para evitar mi defensa. Esto abrió una pequeña brecha que Sophie pudo aprovechar, y así logró frenar el ataque de Krista por primera vez en el partido.
Erika: ¡¡Corre, Liz!!
Su grito no me dio tiempo de emocionarme por lo que acababa de suceder. Mi cuerpo respondió ante su llamado e inicié la carrera hacia el otro lado de la cancha. Erika había tomado el rebote y lanzó un pase que me alcanzó en la mitad del campo. Detrás de mi venía Henda, quien intentó alcanzarme para irrumpir mi avance, pero la ventaja que había sacado al inicio me dio la chance de pensar en lo que debía hacer. Sabía que no podía anotar de dos puntos porque eso significaría echar por la borda todo el esfuerzo de antes, así que elegí lanzar mis manos a la victoria, y para eso debía lograr el empate con una cesta de 3 puntos. Habían dejado en mis manos nuestra última oportunidad, así que debía buscar el mejor resultado. Por eso decidí frenar de golpe y lanzar desde afuera del área...
El silbato que anunciaba el final del juego sonó mientras el balón viajaba por el aire en dirección a la cesta contraria. Se había dibujado un final dramático más que merecido por todo lo hecho. Las miradas de todos los que presenciaban el encuentro apreciaban expectantes cómo la bola se acercaba a su objetivo. El nerviosismo había inundado el ambiente, hasta que el rasgado sonido del balón rozando suavemente la malla rompió el silencio que cobijaba el campo de juego.
Una anotación limpia daba por terminado el segundo tiempo.
...
La jornada había finalizado y todos habían abandonado el gimnasio. Mientras ordenaba todo y me disponía a cerrar mi casillero, escuché los suaves pasos de alguien que se acercaba a mi espalda. Supuse que era alguna de las chicas que había olvidado, así que no presté mayor atención y seguí en mis cosas.
???: Oye, Liz...
Reconocí esa voz de inmediato, y me giré bruscamente para apartar la mano que acababa de posarse en mi hombro.
¡A qué vienes, Noah! ¡¿Te vas a burlar una vez más?! - respondí.
Era la última persona a la que quería ver luego de todo lo sucedido. El partido había finalizado con la cesta que logré anotar. Justo cuando miré hacia atrás para celebrar, vi que la reacción de mis compañeras era totalmente opuesta a mi emoción. Empezaron a saludar a las chicas del equipo contrario, agradeciendo entre todas por el juego. Esa es la típica conducta que se toma al terminar de jugar, pero no entendía por qué lo hacían si el juego aún no acababa, pues mi canasta de 3 puntos lo había empatado y debía jugarse el tiempo extra.
Erika: Buen juego, Liz. Estuvo cerca - dijo sonriendo mientras me daba una suave palmada en la espalda, antes de ir hacia la banca.
Seguía sin entender la situación y solo miraba cómo todas abandonaban la cancha. Estaba ahí, sin moverme, tratando de entender, hasta que miré hacia el suelo. Había quedado parada en el lugar desde el que había anotado, pero no me di cuenta hasta entonces que había quedado justo en el borde interior del área, lo que solo significaba una cosa: la cesta sólo valía por 2 puntos... No logré ubicarme bien antes de lanzar, así que el partido había terminado 34 - 33, y todos los esfuerzos de mis compañeras se habían perdido por mi error...
A todo esto se sumaba que en la selección de titulares había quedado por fuera. No era algo inesperado, pero no dejaba de ser doloroso. Mi cabeza daba vueltas y se sumía en la decepción, así que esperé a que todos se fueran para poder estar sola y pensar con más calma en lo sucedido. Por eso, lo último que quería era ver a ese idiota de Noah, que no me generaba más que repulsión.
Noah: Liz, no, solo quer-
Lo único que estuviste haciendo toda la tarde fue reírte de mí y menospreciar mi esfuerzo - susurré. Todo lo que trataba de contener en mi pecho empezó a desbordarse. Descargué mi frustración contra él, quien solo escuchaba en silencio.
Le grité y reclamé sin descanso, hasta que sentí que se formaba un nudo en mi garganta y mi voz empezaba a quebrarse. No iba a dejar que él me viera llorar, así que me detuve de golpe y le di la espalda.
Noah: ¿Ya terminaste?
En un segundo mi tristeza se transformó en rabia y las lágrimas cayeron de mis ojos. No podía tolerar una más de sus humillaciones, así que me giré con toda la intención de golpearlo. Mi mano se detuvo en el aire al ver una cálida y amable sonrisa, que no demostraba intención alguna de burlarse de mí.
Noah: Solo venía a decirte que estuviste increíble, y que fue muy divertido y motivante ver cuánto te esforzaste. Es cierto que no iniciaste muy bien, pero poco a poco empezaste a dejar atrás los nervios y mostraste lo mejor de ti. Cuando estabas en el...
Uno a uno, Noah empezó a señalar cada momento destacado de las pruebas, resaltando lo que yo había hecho. Recordé su forma de mirarme con esos ojos muertos, y me sentí confundida porque creí que solo estaba a la espera, deseando ver alguno de mis errores y así tener algo de qué reírse, pero lo que en realidad sucedía era algo totalmente distinto.
¿P-Por qué dices todo eso? - pregunté con timidez, interrumpiendo lo que decía.
Él se quedó en silencio un instante, y con suavidad tomó mi mano, la misma con la que hasta hace un momento estaba a punto de golpearlo. No supe cómo reaccionar y me quedé inmóvil mientras él se acercaba lentamente.
Noah: Liz, me gustas - dijo mirándome a los ojos.
Estábamos tan cerca que podía sentir cómo su respiración se mezclaba con la mía. No sabía qué decir o hacer ante eso, y mucho menos podía entender el porqué de sus palabras. Era totalmente inesperado y tal vez indeseado, pero... ¿cómo es que estaba a punto de besar a quien tanto odio? Su rostro estaba cada vez más cerca y yo había renunciado a pelear, dando vía libre a lo que estaba a punto de suceder, pero en el último instante solté mi mano de la suya, me giré y tomé mis cosas bruscamente, para luego cerrar el casillero de un solo golpe y salir corriendo.
No podía respirar bien y sentía que mi rostro se derretía del calor y la vergüenza. ¿Qué acababa de suceder? No debía dejarme llevar por su extraño interés, aunque había demostrado que me observaba con mucha atención. Tampoco podía dejar de pensar en sus palabras, pues lograron apaciguar toda mi frustración y desilusión por lo sucedido en la cancha.
Recordé lo que pensaba antes de iniciar las pruebas y me di cuenta que llevaba ya un tiempo observándolo. ¿Por qué lo hacía? No hablábamos mucho, y las pocas ocasiones que lo hacíamos solo era para discutir.
"Del odio al amor hay un solo paso" - las palabras de Erika resonaron en mi mente como si alguien acabara de gritármelas al oído. Era una tonta frase de cajón y no había razón ni lugar para que aplicara en este caso. Pero, ¿por qué me esforzaba tanto por convencerme de eso? No lograba entender mi reacción, si se suponía que lo único que sentía por aquel chico era un profundo desprecio... Sí, solo era eso lo que podría sentir por alguien así. Él solo era el típico chico que quiere toda la atención, pavoneándose junto a su grupo de amigos populares mientras intenta conquistar a todos con su carisma forzado. Tenía tantas caras como un cubo, y lo que realmente me molestaba era cómo cambiaba su máscara con tanta facilidad... entonces, ¿por qué sonrío? Tal vez estoy siendo un poco injusta con él. Tal vez no debí salir corriendo. Tal vez debo regresar y mirarlo a los ojos una vez más.
Tal vez, solo tal vez... me gusta.